Voluntariado en India

“No siempre podemos hacer grandes cosas, pero sí hacer cosas pequeñas con mucho amor”

Escrito por María García de Polavieja

El pasado mes de julio un grupo de colegialas y yo fuimos a la India, invitadas por el Padre Kiran Kumar, director del Divine Mercy English School, colegio situado en la pobrísima provincia de Andhra Pradesh.

Salimos de Madrid, llenas de ilusión y sin saber muy bien lo que nos esperaba, el 15 de julio y tras varias escalas y peripecias, aterrizamos al día siguiente en Andhra Pradesh. Desde el mismo instante en que salimos del aeropuerto nos quedamos fascinadas ante la asombrosa India.

Fue una inmersión absoluta en una cultura diferente ya que, además, no podíamos haber aterrizado en un lugar menos turístico. A partir de ahí fueron quince días de inmersión en una realidad tan pobre en unos aspectos como rica en otros.

Nuestro día a día consistía en ir al colegio, institución que lleva dos años en funcionamiento y en la que, gracias a donaciones, se han escolarizado más de 300 niños de la cuarta casta, niños que antes no tenían la posibilidad de recibir una educación. En el Colegio realizábamos actividades con los niños (clases de inglés, de matemáticas, manualidades, gimcanas…). A todas nos conmovió la forma en que nos recibían cada día y como estaban deseando que llegara el momento de que entráramos en su clase para pasar un rato con ellos.

Al salir del colegio cada tarde teníamos un plan diferente, fuimos a visitar ancianos, familias, a barrios muy pobres a llevar alimentos…Todas estas experiencias nos hicieron un gran bien, nos ayudaron a salir de nosotras mismas y a agradecer todo lo recibido.

Algo que también nos tocó profundamente es el carácter hospitalario del pueblo indio. Creo que uno no se lo puede imaginar hasta que no está allí. Cada día nos preparaban una nueva sorpresa, nos ofrecían incluso más de lo que tenían, y esto tanto los sacerdotes que nos recibieron, como los profesores, las familias y los niños. Nos invitaron a cenar con mucha frecuencia y, a pesar del picante que muchas veces lo ponía difícil, disfrutamos cada uno de esos encuentros, muchas veces con el corazón encogido porque sabíamos que nos estaban ofreciendo lo mejor que tenían.

Como broche especial fuimos a pasar un fin de semana a Calcuta. Allí pudimos conocer la Casa de las Misioneras de la Caridad y su preciosa labor con los pobres y enfermos, rezar ante la tumba de Madre Teresa, cuidar a una ancianita que recogimos en la calle y hasta tuvimos tiempo de dar un paseo y visitar el Victoria Palace.

En definitiva, creo que puedo hablar en nombre de todas al decir que ha sido un gran regalo todo lo vivido durante esos días, que cada una nos llevamos una experiencia y lección diferente para nuestra vida y en especial la del agradecimiento y el intentar, día a día, dar gratis lo que gratis hemos recibido, porque como decía Madre Teresa de Calcuta “No siempre podemos hacer grandes cosas, pero sí hacer cosas pequeñas con mucho amor”.

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